jueves, 6 de agosto de 2009

Un último intento

cuando crucé la puerta ya era de noche. me senté en un sillón al lado de la estufa, que a pesar del frío estaba apagada. ella me dijo que la esperara.
me sentí abrumado por tanto decorado barroco anacrónico y fuera de lugar pero evité darle demasiada importancia.

decidí esperar sentado y para matar un poco el tiempo empecé a garabatear en una hoja.
recordé un ejercicio que me habían enseñado, que consiste en escribir palabras sin pensar. escritura libre, o algo así creo que se llama. comencé a hacerlo, sin tener demasiada fe en que mi corteza fuera a evitar participar del asunto. antes de quince minutos había llenado tres hojas con palabras. decidí dejarlo. me pareció demasiado psicoanalítico y me hacía acordar mucho a ella y sus técnicas extravagantes para la relajación y el encuentro de la paz interior. algo que siempre odié y admiré en cierta forma.

habían pasado cerca de 40 minutos ya, y de ella ni noticias. me paré y decidí recorrer la planta baja prestando especial atención en los detalles del acabado de las puertas, los que me parecían extremadamente cautivantes. la luz de la luna entraba por una de las ventanas de la puerta principal y el vidrio craquelado dispersaba la luz en distintas direcciones, y era tan intensa que incluso parecía de día.

saqué de un estuche los lentes y me los puse. me llamó la atención un cuadro de María Estuardo abrazada a una oveja. no entendí la pintura, pero si era una apología al sexo entre las diferentes especies, me pareció de muy mal gusto, sobretodo para una señorita que supo ser reina de Escocia, Inglaterra y Francia, aunque debo admitir que me dio mucha gracia.

sonaba Leonard Cohen y aire se enrarecía con un romanticismo que no supe interpretar.

empecé a sentirme un poco incómodo de más y ya habían pasado 3 horas desde que había puesto pie en esa casa sobrecargada de adornos y obras de arte decididamente espantosas así que decidí partir sin despedirme.
por la puerta pasaba un río muy acaudalado que llevaba toda la basura del lado este hacia el oeste. justo pasó un pequeño catamarán y decidí frenarlo. por 5 pesos me podía llevar hasta el otro lado del río. decidí subirme y olvidarme del asunto.

esa fue la última vez que intenté verla.