lunes, 25 de febrero de 2008

la fábrica de sueños

la entreverada enredadera daba paso a un sinuoso camino de cipreses dorados que bordeaban gentilmente un arroyo a ambos lados del trayecto.
se detuvo a la sombra de unos árboles, la tomó de la mano y cuando la fue a tocar, ella, como el hielo que se derrite, se derritió entre sus manos. y la perdió de vista para siempre.

la fábrica de sueños era un lugar bastante arquetípico, construido dentro de los parámetros condicionantes de un mundo onírico y surrealista.
sus fronteras eran borrosas pero existían y si bien ahí se podían vencer leyes como la de la gravedad u observar el derretimiento de alguien entre nuestras manos, esos límites casi invisibles impedían la extrapolación de cualquier elemento de ese mundo hacia la realidad.

se podía entrar con cualquier cosa a la fábrica, pero no salir.

y así fue que él llevó su imagen, que por inestable se terminó derritiendo.
y llevó su risa, la que sacó de un bolsillo y colgó de un árbol, de donde cayó y explotó en mil pedazos.
y llevó sus lágrimas, para beberlas en caso de necesidad, las que se evaporaron casi instantáneamente.
y llevó también su amor, el cual terminó fundiéndose de forma casi imperceptible con el paisaje y lo perdió de vista nuevamente, solo que esta vez en sueños.

y fue sentado a la sombra de otro árbol, con su cabeza entre sus manos, que decidió olvidarse de amar y dejar esa idea por escurridiza.
ni en sueños la podía contemplar.

y lloró tanto que se transformó en río.
y pasó a ser sueño de otro y en otro lugar.

y nunca más la extrañó.

y nunca más despertó igual.

viernes, 22 de febrero de 2008

Jim: la sala de espera

El infierno tiene que ser una sala de espera, sin dudas.

como las odiaba. toda esa gente esperando lo mismo, concentrada en el mismo lugar, mirando extraños y tratando de adivinar sus preferencias o perversiones sexuales, su trabajo, su opinión sobre el aumento del boleto y gilipolleces por el estilo.
como sardinas apretadas dentro de una lata esperando para ver a cual mastican primero.
ese lugar era un infierno.
o así lo sentía él.
y ya sé que jim no es precisamente un tipo sociable pero vamos, tampoco es un monstruo.

lo que más le molestaba de las salas de espera era la conversación inútil. el diálogo por el estúpido placer de dialogar, incluso sin el menor interés en lo que la otra persona puede contestar. la necesidad que tienen algunos vejetes de arruinar el perfecto silencio del desinterés, con algún comentario estúpido acerca del clima, algún resultado deportivo o el análisis inútil de la coyuntura política internacional... bueno, es cierto que nunca me encontré con ningún desconocido que se me pusiera a hablar de política de la nada. creo que la gente no habla con desconocidos de política ni de religión... es extraño. quizás sea porque nunca se sabe quien se puede ofender, no?
o quizás simplemente no tienen el cerebro suficiente y prefieren hablar de tinelli o gran hermano.

en la sala habían 3 personas más: un gordito que cabeceaba cada 47 segundos y caía en un ligero sueño del que despertaba para luego repetir el ciclo 47 segundos después, una dama muy nerviosa, con un maquillaje horroroso y pinta de estrella porno en decadencia, que no paraba de mirar su reloj, y un individuo de lentes quien jim estaba seguro que vendería tiempos compartidos y en su tiempo libre se dedicaría al aeromodelismo o alguna estupidez así. ese tipo tenía la mayor pinta de infeliz de la historia, y si había algo que jim conocía era infelices...

levantó la mirada y se encontró con un cartel que decía prohibido fumar. "Putísima madre..." se dijo. si había algo que lo podía sacar un poco de la situación de miseria moral en la que se encontraba era prender un cigarrillo.
el gordito comenzaba a roncar. no eran unos ronquidos muy fuertes pero constantes, cíclicos. muy molestos.
cesaron casi en seguida.

iban 20 minutos de espera y había silencio. ninguna pregunta infeliz, ningún comentario molesto. 20 minutos de silencio, todo un récord.

la mujer del horrendo maquillaje hojeaba una revista y el hombrecillo desgraciado miraba el bolsillo de su chaqueta. que pinta de infeliz que tenía!
estaba un poco agitado y se notaba que respiraba con algo de dificultad. metió su mano en el bolsillo del pantalón y extrajo un inhalador que se llevó inmediatamente a la boca, y se dio unos 6 disparos. tosió un par de veces y suspiró.

27 minutos de espera silenciosa. jim jugueteaba con un 'la paz sin filtro' entre sus dedos, soñando con encenderlo y echarle todo el humo en la cara del desgraciado de lentes.
a veces podía ser un verdadero hijo de puta.

31 minutos de silencio. jim se comenzaba a impacientar.
la jodida pisquiatra siempre lo hacía esperar. como cuando llegó a la consulta la sala de espera estaba vacía, supuso que él sería el primero en entrar.
pero hacía 1 hora y 32 minutos que la psiquiatra estaba con la misma paciente. claro que jim no lo sabía. para él hacía solo 32 minutos, el tiempo que él llevaba esperando.
una psicópata bipolar que había querido matar a la tortuga de su hermano engrampándole la garganta con una pequeña engrampadora de escritorio marca 'remo' mientras el anfibio dormía plácidamente en un su pecera de vidrio.
decía que un disco de jorge drexler se lo había ordenado: "clavo mi 'remo' en el agua...", clarísimo.
maldita loca.

cuando se abrió la puerta jim saltó del sillón como un payaso de una de esas cajas de sorpresa.
la piscópata de alejaba sonriendo y dando saltos.

"Hola Jim, hacía tiempo que no te veía por acá... qué es de tu vida?", le dijo la Dra. Watts, a lo que jim respondió, con una total falta de decoro y tacto, de una manera casi brutal: "Mire, ud me cae como el culo y yo sé que yo a ud tb. Así que dejémonos de estupideces, deme mi maldita receta y no va a ver mi culo peludo ni un segundo más".

el hombrecillo infeliz estalló en carcajadas. estalló. se le reventó una vena de la nariz y empezó a sangrar como loco, y se alejó corriendo al baño, dejando un camino de sangre tras de sí.
'bueno, al fin algo verdaderamente gracioso' pensó jim.

"Si es lo que de verdad quieres, supongo que lo puedo hacer. tomá, acá tenés para dos meses. que tengas suerte" y cerró la puerta.

Jim guardó las recetas en su bolsillo de atrás y se alejó silbando 'La macarena'.

al salir del consultorio le preguntó al portero si conocía algún buen bar por la zona.
necesitaba un trago. afuera llovía a cántaros.
salió y se dirigió a un bar de parroquianos de mala muerte. se detuvo en la puerta del bar e intentó encender su tan ansiado cigarrillo cuando un auto pasó a toda prisa y lo ensopó de arriba a abajo con agua barro. se limpió los ojos, escupió su cigarrillo y lo vio: el maldito hipócrita de descostillaba de risa en el asiento de acompañante de aquel sedan azul...

martes, 19 de febrero de 2008

Despertá de una vez !

hijo un fin de semana que parecía promisorio pero terminó siendo una amarga despedida dosificada en torturantes y convenientes cuotas, lentas cuotas.

cuando el pasado se repite, una y otra vez y la impotencia se instala en uno, cruzar los brazos debería ser fácil, pero no.
no lo es.
carajo, ni a palos...

elijo entonces gambetear la risa, sangrar en hojas y que mi pluma tosa y escupa como tuberculosa toda la miseria, el dolor, la tristeza y la soledad que en este momento siento.
soledad. porque todos estamos solos, lamento informarles. así nacimos y así nos vamos a morir. SOLOS.

y como el boxeador que luego de una paliza se tira en la lona y que aún sabiendo que todavía aguanta un poco más, elige imprimir su boca ensangrentada en el piso del ring y despedirse de cualquier posible victoria, elijo la salida fácil.
la que no nos enseñan en la escuela.

y trenzándome con mi imaginación, me cuesta verle un final feliz a una historia que tiene todos, pero todos lo ingredientes para tenerlo pero se deshace en excusas.

despertá, estúpido, que tu vida te necesita.

viernes, 8 de febrero de 2008

Jim: sangre de hipócrita y exceso de equipaje

La reunión con el hipócrita comenzó mal, y terminó peor. Jim salió del 'Sad Rabbit' con la camisa ensangrentada y el puño izquierdo queriendo revancha. El hipócrita yacía inconciente contra la barra del bar repitiendo con gran dificultad, pero constantemente, "maldito borracho fracasado!".

Su corazón latía con fuerza y se sentía estupendamente. Los vapores de la borrachera se disipaban y trataba de recordar el porque de su altercado con el enano aquel... parece ser que el hipócrita le había jugado sucio otra vez: no habría trato con la editorial y pasaría otro año más sin poder publicar sus trabajos. Todo porque el hipócrita le había exigido el 70 por ciento de las regalías. El 70 por ciento! Maldito enano...

Entró al primer bar que encontró y pidió dos whiskies.
Una bien delineada dama rica le ofreció fuego.
"Primero ofrézcame un cigarrillo", retrucó Jim. Sacó una caja dorada de metal de su cartera y le ofreció unos deliciosos cigarrillos mentolados húngaros. "No tiene La Paz sin filtro?", preguntó nuestro ensangrentado protagonista. "No", respondió ella con un aire mucho más empático de lo que uno podría suponer, asumiendo que la respuesta venía de una persona de posición elevada y, según la regla, prejuicios igual de elevados.
Jim tomó uno de los cigarrillos y le dio fuego.

Una vez roto el hielo, comenzó la charla con una pregunta bastante predecible: "Qué es eso que tienen en su camisa? Es sangre? Se encuentra usted bien?". Jim respondió con displicencia mientras pensaba, 'la puta que buen cigarrillo!'.

El lubricante social por excelencia hizo un espectacular trabajo. Tanto es así que una botella de whisky después ambos entraban juntos al hotel abrazados y cantando con gran algarabía, como si estuvieran festejando la reciente finalización de alguna guerra mundial o la muerte de todos los participantes de gran hermano.
Stenwick, el recepcionista, al ver a Jim se le acercó y haciendo uso de una gran discreción, producto de su infancia en Bristol, le notificó que esta semana debería liquidar todas sus deudas con el hotel o sino tendría que marcharse. También le comunicó que el hipócrita estaba fuera de peligro pero con un severo corte debajo del ojo izquierdo y que había decidido no presentar cargos.
"Ojalá que se vuelva al mundo subterrráneo de donde salió, maldito enano comehombres".
Jim llamó al ascensor, mientras la dama rica cantaba edith piaf a todo pulmón y completamente fuera de tono. En el lobby habían 54 aspirantes de doble de Lara Flynn Boyle. A cual cara más demacrada...

La dama rica era muy bonita. Rasgos delicados, ojos color azul francia y acento francés a tono. Hermosa figura, aunque daba más gusto verla partir que llegar... Su nariz era pequeña, simétrica, hermosa, pero acusaba un ingreso excesivo de cocaína: se veían ciertas venitas y vasos sanguíneos que no suelen estar en ese lugar.
Carecía de toda cultura general, pero era astuta, hermosa, rica y, sobretodo, fácil. Casi tan fácil como él.
Llegaron a su habitación.
Jim pasó la tarjeta por el lector de la puerta y ésta demoró unos segundos más que de costumbre en dar el ok para entrar.
El crujido de la bisagra de la puerta, que estaba un poco oxidada, asustó a un pequeño grupo de palomas que estaban en el balcón y que se alejaron volando a toda prisa.
El cuarto era un desastre.
La botellas vacías se contaban por decenas. Las mucamas del hotel le habían suspendido el servicio a Jim por falta de pago.

Gladys, una señora de unos 60 años, viuda, sin hijos y muy simpática (aunque fea hasta el espanto...) venía 2 veces por semana y le hacía una limpieza general. Había dejado de trabajar en el hotel hacía 3 años, pero quería a Jim como al hijo que nunca tuvo y él se aprovechaba de ello.
De todas formas, Gladys estaba fuera de la ciudad desde hacía un par de semanas, y Jim era incapaz de limpiar aunque fuera la más mínima mancha del cuarto.

La dama apartó las botellas de una mesa, desparramó un poco de coca y se metió todo lo que pudo en la nariz, mientras Jim orinaba con la puerta abierta y con el asiento del inodoro bajo.

Al finalizar el ruido de la cisterna, ya estaban desnudos. Se besaban tan apasionadamente que parecía como si se quisieran borrar los rasgos de la cara. Ella clavó sus uñas en su espalda, y Jim gimió de placer. Él se colocó arriba; luego abajo; luego de costado; luego parado delante de ella y luego por detrás; se arrodillaron, se acostaron, se sentaron, giraron, saltaron, gritaron, sudaron mucho, mucho, muchísimo, y terminaron.

Jim no quería exceso de equipaje y la hermosa dama rica menos.
Ella se vistió, y 48 hs después de entrar en su habitación la abandonó.
Entre nubes alcohólicas y una resaca que no era del todo desagradable, sintió la confusa nostalgia de la batalla, el dulce dolor del amor sin compromisos.
Y ella no le dejó ni su número...
Pero volverían a encontrarse, o eso creía él.