sábado, 19 de julio de 2008

Cuando agoniza el talento aparece la forma

atacan
cuándo la rutina asfixia,
el espejo se desnuda
y sus muertos sin maquillaje,
les guiñan el ojo.
mientras,
adulteran la ex imagen
destruyendo los indicios
de pintura complaciente,
de mentira disfrazada,
y es ahí que atacan.

desnudos,
en pedazos,
muerden desquiciados.
pero la estructura es de hierro maduro.
firme.
como sus culos,
como sus chequeras.

los dedos se estiran hacia la botella,
hacia la píldora, hacia las teles, las putas o el casino.
los dedos se difuminan haciéndole señas al conductor.
pidiéndole al acomodador un mejor asiento mientras un billete de 3 cifras se desliza en su bolsillo.

sabiendo que esa rutina los envenena.

y es cuando muere el talento,
cuando muere el deseo,
la ambición desinteresada (sin paradoja tramposa),
al alcanzar la estratósfera los últimos volumenes de aire exhalado,
ahí es que aparece el orden.
que aparece la forma,
que aparece de nuevo el consuelo maternal.

los modelos paternales estériles, monótonos, injustos, rengos y tuertos.

y el sol se pone y termina otro día.

El invierno debería ser más corto

el invierno debería ser más corto

por qué no consigo estar quieto?
por qué se siguen moviendo los gusanos?
dónde están las almas de los grandes hombres?
cómo es que todavía no me quité la vida?
cuándo vence mi seguro de desempleo?

estas son preguntas que requieren de cierta meditación paciente.

si uno quiere responderlas, claro.

jueves, 10 de julio de 2008

La página 153

Era jueves y estaba inconciente hacía ya 2 días. Había decidido desmayarse.

La hoja seguía fresca en la máquina de escribir, a mitad de camino de convertirse en la página número 153 de su nueva novela.
No había alcanzado a darle de comer a su gata, la cual revolvía ansiosamente la bolsa de basura buscando algo que masticar.

Había dos sobres al pie de la puerta, descansando al final de un camino labrado de la ranura a la alfombra, entre el polvo del suelo.
Uno decía 'urgente' en el remitente y al dorso estaba firmado por un doctor. En el interior se encontraba el resultado de su último examen que decía que tenía una masa inquieta en medio de uno de sus pulmones. Cáncer. Células rebeldes, masa asimétrica, anárquica, depredadora de grandes hombres.

El otro sobre contenía una notificación de algún banco acerca de algún cheque que había rebotado o algo así.

Su cuerpo estaba a mitad de camino entre la cocina y el sillón, tirado panza arriba. Desparramado en una forma casi poética. Tenía solo una media puesta y con el pie desnudo había pateado al caer una botella de vino que se había desparramado por el suelo, alcanzando un ejemplar de 'el almuerzo desnudo' y tiñéndolo de rojo sangre.

'No tengo espacio en el contestador porque todas la mujeres a las que dejé quieren vengarse', así comenzaba la página 153.

Estaba en calzoncillos, de musculosa blanca y con 56 años de duras penas encima. Su cara tenía dibujada una sonrisa de lo más extraña, que incluso dejaba ver algunos de sus dientes amarillos asomando entre los labios.

Era su primera sonrisa en meses.

Había tenido suerte con las cartas y con la venta de su última novela, gracias a un pequeño juicio por difamación que le inició su ex esposa y que adquirió una notoriedad muy inusual que lo puso en todos los noticieros en horario central durante algunas semanas.

La televisión estaba encendida, como de costumbre, y en ella un señor de traje intentaba convencer a la humanidad de las virtudes de algún jabón de lavar ropa.

La heladera estaba repleta de botellas de cerveza de distintas marcas, que esperaban.

La gata ahora se paseaba por entre los borradores arrugados de la novela que empapelaban el piso por superposición.

Ya eran las 20 y los últimos rayos del sol arañaban el horizonte. Afuera, en la calle, una mujer estaba siendo asaltada por otra mujer con buena pinta y dos taximetristas se peleaban por un pasajero. Un perro perseguía un gato y otro perro revolvía en la basura del edificio.

Un policía dormía placidamente dentro de un auto y los restaurantes empezaban a prender las cocinas. El mundo seguía girando y la gente viviendo o muriendo a su manera, pero él había decidido tomarse un descanso.

Estaba casi seguro que despertaría para el sábado. Tenía que ir a firmar libros a una librería céntrica y necesitaba el dinero. Siempre necesitaba el dinero.

Ya era plena noche cuando la gata decidió que sería mejor dejarlo solo y saltó por la ventana.

Empezaba a levantar un poco de viento, que agitaba dulcemente la hoja de la máquina de escribir, como si la estuviera arrullando. Tembló y luego se dobló, recostándose sobre el teclado de la máquina.

El reloj marcaba las 21 y en la tele estaba comenzando el famoso debate entre Chomsky y Foucault que estaba repitiendo la televisión holandesa.

Él se lo iba a perder de nuevo.-

miércoles, 2 de julio de 2008

la cura, el olvido y el sentir impoluto de la risa

arrastrarse,
ese es el truco.
arrastrarse hasta alcanzar la pierna de alguien de mire hacia abajo.
alguien que ofrezca su mano y sepa guardar un secreto.
intentar mear en el cielo desde el mismísimo infierno.
sé que parece una locura, y debe ser porque lo es...

sentado dentro de una rueda que gira, gira, gira, gira y nunca se detiene.
abriendo ventanas impalpables que indican que el corazón sigue abierto y no hay nadie que se anime a darle puntos.
naufragando entre corazas de ex-hombres gimientes, a medio camino entre pudrirse y desvanecerse.

no hay cruzada que esconda beneficios para uno. no hay beneficios personales cuando uno cumple órdenes, ni posibilidad de escape cuando la prisión es invisible, intangible y tan asfixiante como imposible de destruir. cuando la prisión es contemporánea y sostenida por familiares, políticos, amigos, ex novias y todos aquellos corderos estúpidos que duermen en una sociedad estéril y estrecha.

cada día que pasa entiendo menos y me alejo de ciertos paradigmas estables que creí estaban allí para quedarse. y resulta que solo son espejismos de una moral inentendible, de un destino que refleja cierta agonía intrínseca, cierta melancolía devota de la decepción y los collares de caracoles.

no quiero ser presa del olvido ni del engaño. para que hechar más leña a una fogata que ni siquiera está encendida?
por qué buscar en el fondo del abismo un poco de luz para poder ver mis manos? por qué justo en el fondo del abismo? por qué fondo y por qué abismo?
maldito pesimista...

pero sé que se puede ver como la cuchara que se hunde en el frasco de dulce de leche sale limpia y brillante.
y como en medio de una tremenda tormenta, 2 niños corren y ríen buscando refugio del llanto divino.

y yo que por eso te busco en sus caras.
y yo que por eso te espero bajo la lluvia, tosiendo mi pleura de a pedazos.
entre sangre y colchones rotos.
entre melodías olvidadas y sonajeros recién fabricados.
y en un mundo sordo.