martes, 23 de octubre de 2007

Instrucciones para leer un libro

Un libro es un objeto que a primera vista puede intimidar, pero sepa, futuro lector, que los libros son cosas muy sobrevaloradas. Uno tiende a darle un significado cuasi místico a los libros porque espera encontrar en ellos las más diversas respuestas a las más diversas interrogantes.
Los libros encierran en sus páginas desde los disparates más increíbles jamás imaginados por alguna mente humana hasta los poemas más hermosos y las disertaciones más interesantes.
Así que no tema, oh futuro lector.
Para empezar a leer un libro, conviene que consiga uno. Luego, acondicione debidamente un lugar de su casa.
Tome el libro. Observará que el mismo tiene una parte que suele ser de un material más duro y resistente que el resto del libro y se denomina tapa. Su función es la de presentar al libro y proteger su contenido. Imagínese, si se quiere, una armadura coqueta. Proceda a abrirla con un movimiento de su mano. Al abrirla, notará que la primera hoja siempre está en blanco. Nadie sabe bien porque esto es así. Continúe. La siguiente hoja muestra una cantidad de datos acerca de la impresión del libro: quien, como, donde, cuando y porque ese libro fue impreso.
Habitualmente, suele haber en la página siguiente una dedicatoria que funciona como comodín del autor para conseguir favores a cambio de prometer dedicar el libro a éste o aquel señor.
Continúe. Llegamos al título. Esta página es importante, pero breve. Lo que nos enseña que no todo lo breve es poco importante. El título es el nombre del libro. Así como algunas personas se llaman Juan Carlos Bodoque o Estrellita Laborde, algunos libros se llaman "Moby Dick" o "Los curanderos, mis colegas". En fin, solo ejemplos...
Es importante destacar que si bien el título es como el nombre del libro, uno no debe intentar llamar al mismo por su nombre, ya que éste tiende tendencia a no responder cuando uno le habla.

Bien. Llegamos a la parte importante: el libro en sí mismo.
Ya puede empezar a leer. Bienvenido sea usted al maravilloso mundo de los ávidos lectores. Bienvenido al universo de la sabiduría; al país de los infelices que acaparan la atención en las reuniones sociales transformando su ego en palabras y ametrallando con información inflada y estirada (además de poco útil) extraída de un flacucho libro de reciente lectura al incauto interlocutor que les pregunta: "Che, y estás leyendo algo?". Bienvenido sea, si señor!

No olvide: los libros son objetos sobrevalorados. Shakespeare escribía, pero también lo hizo Jorge Bucay.

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