viernes, 22 de febrero de 2008

Jim: la sala de espera

El infierno tiene que ser una sala de espera, sin dudas.

como las odiaba. toda esa gente esperando lo mismo, concentrada en el mismo lugar, mirando extraños y tratando de adivinar sus preferencias o perversiones sexuales, su trabajo, su opinión sobre el aumento del boleto y gilipolleces por el estilo.
como sardinas apretadas dentro de una lata esperando para ver a cual mastican primero.
ese lugar era un infierno.
o así lo sentía él.
y ya sé que jim no es precisamente un tipo sociable pero vamos, tampoco es un monstruo.

lo que más le molestaba de las salas de espera era la conversación inútil. el diálogo por el estúpido placer de dialogar, incluso sin el menor interés en lo que la otra persona puede contestar. la necesidad que tienen algunos vejetes de arruinar el perfecto silencio del desinterés, con algún comentario estúpido acerca del clima, algún resultado deportivo o el análisis inútil de la coyuntura política internacional... bueno, es cierto que nunca me encontré con ningún desconocido que se me pusiera a hablar de política de la nada. creo que la gente no habla con desconocidos de política ni de religión... es extraño. quizás sea porque nunca se sabe quien se puede ofender, no?
o quizás simplemente no tienen el cerebro suficiente y prefieren hablar de tinelli o gran hermano.

en la sala habían 3 personas más: un gordito que cabeceaba cada 47 segundos y caía en un ligero sueño del que despertaba para luego repetir el ciclo 47 segundos después, una dama muy nerviosa, con un maquillaje horroroso y pinta de estrella porno en decadencia, que no paraba de mirar su reloj, y un individuo de lentes quien jim estaba seguro que vendería tiempos compartidos y en su tiempo libre se dedicaría al aeromodelismo o alguna estupidez así. ese tipo tenía la mayor pinta de infeliz de la historia, y si había algo que jim conocía era infelices...

levantó la mirada y se encontró con un cartel que decía prohibido fumar. "Putísima madre..." se dijo. si había algo que lo podía sacar un poco de la situación de miseria moral en la que se encontraba era prender un cigarrillo.
el gordito comenzaba a roncar. no eran unos ronquidos muy fuertes pero constantes, cíclicos. muy molestos.
cesaron casi en seguida.

iban 20 minutos de espera y había silencio. ninguna pregunta infeliz, ningún comentario molesto. 20 minutos de silencio, todo un récord.

la mujer del horrendo maquillaje hojeaba una revista y el hombrecillo desgraciado miraba el bolsillo de su chaqueta. que pinta de infeliz que tenía!
estaba un poco agitado y se notaba que respiraba con algo de dificultad. metió su mano en el bolsillo del pantalón y extrajo un inhalador que se llevó inmediatamente a la boca, y se dio unos 6 disparos. tosió un par de veces y suspiró.

27 minutos de espera silenciosa. jim jugueteaba con un 'la paz sin filtro' entre sus dedos, soñando con encenderlo y echarle todo el humo en la cara del desgraciado de lentes.
a veces podía ser un verdadero hijo de puta.

31 minutos de silencio. jim se comenzaba a impacientar.
la jodida pisquiatra siempre lo hacía esperar. como cuando llegó a la consulta la sala de espera estaba vacía, supuso que él sería el primero en entrar.
pero hacía 1 hora y 32 minutos que la psiquiatra estaba con la misma paciente. claro que jim no lo sabía. para él hacía solo 32 minutos, el tiempo que él llevaba esperando.
una psicópata bipolar que había querido matar a la tortuga de su hermano engrampándole la garganta con una pequeña engrampadora de escritorio marca 'remo' mientras el anfibio dormía plácidamente en un su pecera de vidrio.
decía que un disco de jorge drexler se lo había ordenado: "clavo mi 'remo' en el agua...", clarísimo.
maldita loca.

cuando se abrió la puerta jim saltó del sillón como un payaso de una de esas cajas de sorpresa.
la piscópata de alejaba sonriendo y dando saltos.

"Hola Jim, hacía tiempo que no te veía por acá... qué es de tu vida?", le dijo la Dra. Watts, a lo que jim respondió, con una total falta de decoro y tacto, de una manera casi brutal: "Mire, ud me cae como el culo y yo sé que yo a ud tb. Así que dejémonos de estupideces, deme mi maldita receta y no va a ver mi culo peludo ni un segundo más".

el hombrecillo infeliz estalló en carcajadas. estalló. se le reventó una vena de la nariz y empezó a sangrar como loco, y se alejó corriendo al baño, dejando un camino de sangre tras de sí.
'bueno, al fin algo verdaderamente gracioso' pensó jim.

"Si es lo que de verdad quieres, supongo que lo puedo hacer. tomá, acá tenés para dos meses. que tengas suerte" y cerró la puerta.

Jim guardó las recetas en su bolsillo de atrás y se alejó silbando 'La macarena'.

al salir del consultorio le preguntó al portero si conocía algún buen bar por la zona.
necesitaba un trago. afuera llovía a cántaros.
salió y se dirigió a un bar de parroquianos de mala muerte. se detuvo en la puerta del bar e intentó encender su tan ansiado cigarrillo cuando un auto pasó a toda prisa y lo ensopó de arriba a abajo con agua barro. se limpió los ojos, escupió su cigarrillo y lo vio: el maldito hipócrita de descostillaba de risa en el asiento de acompañante de aquel sedan azul...

2 comentarios:

LittlEArtisT dijo...

Tampoco me gustan las salas de espera... aunque confieso que me gusta saber lo que la gente piensa o hace, más que saber, me gusta inventarme historias sobre la gente. Aunque prefiero las historias de los coches alrededor, ´más que las salas de espera. En las salas de espera, prefiero contar rayolas en la pared o buscar dibujos. Pero si tengo un libro, soy más simple.
Dolor en la vista: 'tortuga y anfibio' aunque vive en los dos medios, sigue siendo un reptil. (ni me hagas caso, es simplemente una gilipollada!)

stanley dijo...

si, lo sé

pero me gustaba más la palabra anfibio

un abrazote gus