martes, 7 de abril de 2009

Mi casa

mi casa es un lugar secreto, entre montañas y estalacticas de colores que duermen cabeza abajo.

las estalactitas hablan de noche (yo lo sé), e intercambian colores.
por eso nadie encuentra mi casa. porque siempre está rodeada por distintos colores, aunque es roja desde el principio.

cuando entro nunca entro por la misma puerta porque nunca quiero llegar al mismo lado.

cuando empieza el frío suelo pintarla, y compro frutillas pasadas de maduras y un pincel de pestañas de murciélago, porque todo el mundo sabe que la pestaña de murciélago no deja marcas en la pintura y es suave como la primer cuerda de un laúd. y es obvio que el rojo le va bien a la casa.

para cocinar suelo salir a recorrer el bosque aledaño, pidiendo permiso a los duendes y gnomos, obviamente. allí crecen unos hongos de colores purpúreos que se funden muy bien en el queso de cabra. dentro de los troncos de los árboles que nadie quiere, es cuestión de meter el brazo bien hasta adentro para sacar puñados de mermelada de durazno o frambuesa, dependiendo del lado del bosque que uno visite. la mermelada no es del todo dulce. tiene un dejo amargo que combina muy bien con la höroskhpigela o galleta enorme de salvado y miel, que crece cerca del río Hodür.

los pescadores nunca sacan nada, pero saludan. a mi me alegra que no saquen peces del agua. no sé muy bien porque

no creo en los reyes. teníamos uno que no era malo, pero pobre, se murió joven. se lo ve a veces en el bosque. ahora no tenemos más reyes.

tengo una vaca de dos cabezas, un pollo que resuelve ecuaciones de tercer grado y una tortuga que no sabe nadar. no hablan svënska pero se les entiende igual.
el pollo ayuda con las tareas más simples del hogar, y cuando las dos cabezas de la vaca están en sintonía se ordeña sola. la tortuga... bueno, ella nos hace compañía.

cuando llueve el pasto se mete para adentro porque a nadie le gusta mojarse, y queda la tierra negra a la vista. hermosa y orgullosa, y tan generosa ella...

tengo un huerto donde solo crece melancolía. no voy mucho. habían zanahorias antes, y papas. antes de la inundación de neologismos la melancolía era más bien rara. pero ahora es todo lo que crece.

el frío se soporta. llevamos pieles de reno bien cerraditas abrigando el pechito. los renos son animales de lo más acalorados que andan sin piel por el mundo. nos la dan a nosotros. y nosotros les agradecemos todos los meses en la fiesta mensual del reno, donde son homenajeados con los más diversos manjares y donde todos bailamos juntos y tomamos hidromiel hasta que sale el sol.

cada centímetro habla. cada pasto tiene historias que contar. cada trozo de hielo, cada copo de nieve compone hermosas melodías en tonos menores que rescatamos y ejecutamos en viejos clavicordios. cada duende, cada hada escribe poesía. la inventan. la perpetúan.


aquí vivo y algún día me podrán visitar.
algún día.

2 comentarios:

chicle dijo...

Me encanta! me encanta!

Quiero el libro ahora.

Dulce dijo...

No necesitás ir a La Cumbrecita. Ya estás ahí...